jueves, 12 de abril de 2012

Cuando es difícil centrar la atención

Cuando es difícil centrar la atención
Autor: CARMEN LOUREIRO - Equipo ASE 29 febrero 2012
Nando tiene 9 años y lleva escasos meses en España. Al poco tiempo de cambiar de residencia, sus padres se han separado. Ahora vive con su madre y sus tres hermanos pequeños y va a un colegio público, donde desayuna a las 7:30 y está hasta que lo recoge un vecino de confianza a las 17:30. Nunca dio problemas, pero ahora su madre y sus maestros están muy alarmados por su conducta

Nando básicamente no se comunica, está en su mundo con una distracción preocupante. No logra concentrarse en las tareas escolares y sus notas han bajado muchísimo. Reacciona con irritabilidad ante las insistencias de los adultos para que se concentre y aprenda. Un psiquiatra infantil le ha recetado unas pastillas para que su cerebro funcione mejor y logre concentrarse y aprender en la escuela.
No deja de asombrarme el gran calado que ha tenido en nuestra sociedad la medicación de niños con problemas escolares. En España como en otros países se está produciendo un aumento dramático del número de niños y adolescentes sanos que están siendo diagnosticados con los llamados trastornos de aprendizaje o trastornos de conducta como el TDAH, principalmente.
Algunos psicofármacos que se prescriben facilitan la atención o la actividad a corto plazo y han reforzado la idea en muchas personas de que la causa del problema está en el cerebro del niño, que el problema radica en un mal funcionamiento cerebral y que la medicación lo cura.
Prestar atención, concentrarse, es básico para aprender y luego recordar. Pero nuestra capacidad para ello es limitada. De hecho, cuando prestamos atención a cierta información excluimos la posibilidad de prestársela a otra. En la medida que las personas aprendemos y procesamos la información automáticamente, liberamos atención para considerar otras cuestiones, lo que nos permite ser más eficientes y avanzar en conocimientos o en destrezas.
Captura del capítulo de Redes «La manera disruptiva de aprender» (imagen: Grupo Punset Producciones).
Gracias a la evolución de nuestro cerebro, atendemos inconscientemente, automáticamente, aquellos estímulos que tienen valor para nuestra supervivencia, lo que nos permite actuar de manera precisa con aquello que nos es relevante. Y por el mismo motivo, reducimos la atención sobre lo irrelevante o incluso amenazante para nuestra identidad.
Se podría decir que la atención cumple un papel muy importante a la hora de lograr equilibrios para nuestro bienestar y para el ahorro de energía de nuestro cerebro. Todo lo que afecta a nuestra seguridad ocupa la mayor parte del espacio cerebral del que disponemos para prestar atención. Un ejemplo es la dificultad de concentrarse en alguna tarea, o en una charla, cuando nos encontramos en una situación nueva o percibimos que nos están evaluando.
Para un niño de 9 años no hay nada más importante que contar con el amor incondicional de sus padres y percibir su orgullo cuando hace avances. Cualquier circunstancia que lo ponga en peligro es equivalente a perder el suelo sobre el que apoya sus pies, la base de seguridad de su vida. Es muy frecuente que el rendimiento escolar disminuya en estas edades si los niños están enfrentando un periodo de conflicto familiar, justo cuando la demanda de las tareas escolares se va complicando y es necesario realizar un gran esfuerzo de atención.
Si además, hay que adaptarse a muchos cambios, casa, colegio, compañeros, maestros y estilo de vida, el estado de activación no es más que una reacción adaptativa hasta lograr percibir un control o una estabilidad. La situación se puede complicar cuando todas las preocupaciones recaen sobre el niño, culpándolo de aumentar los disgustos en casa por «no cumplir con su obligación» o cuestionar su valía intelectual o su bondad.
Nando es solo un niño que necesita pasar más tiempo con su madre y con su padre, ser más abrazado y acariciado que nunca, hablar sobre lo que le está sucediendo, que le respondan a todas las preguntas que se agolpan en su cabeza, verbalizar sus miedos, su vergüenza y desilusión en la escuela y que le expresen comprensión sin negarle, una y otra vez, lo angustioso de su experiencia. También necesita que le permitan fallar, desconcentrarse y sacar malas notas, hasta que todo parezca normal y seguro de nuevo. Todo eso sin dudar de él, de sus intenciones y de su capacidad. Todo eso prestándole un poco de atención (porque todos parecen presos de un déficit y nadie parece darse cuenta).
La dificultad para prestar atención a asuntos complejos desde el punto de vista cognitivo, carentes de importancia o valor emocional, en una situación de inseguridad y cuestionamiento del propio valor, no es tener un déficit atencional ni ninguna patología cerebral. Asumir que nuestro rendimiento y capacidad de aprendizaje puede verse mermado durante las etapas de cambio, duelo o presión por los resultados, es asumir nuestra naturaleza emocional y es la base para comprometernos socialmente y organizar una vida saludable para niños y adultos.
¿A quién le importa la estructura gramatical de una frase o conocer los ríos de España, cuando tus padres ya no se quieren y a nadie parece importarle lo que tú sientes?

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